Preguntas Frecuentes
FAQ
Este apartado comprende todas aquellas dudas que por su frecuencia hemos decidido poner a su alcance y asi dejar claros algunos aspectos de nuestra actividad y de información general.
Esperamos les sea de ayuda.
En España, al igual que en la mayoría de los países desarrollados de nuestro entorno, hemos disminuído el consumo de cereales, legumbres, frutas y verduras. Por el contrario, consumimos mas alimentos proteicos de los que nos corresponden, especialmente a expensas de los derivados cárnicos, que son ricos en grasas saturadas (perjudiciales para el corazón). También comemos en exceso platos preparados, precocinados y frecuentamos demasiado los establecimientos de comidas rápidas; estos alimentos suelen aportar excesivas cantidades de conservantes, sal y grasas saturadas.
No existe un único modelo alimenticio, ya que éste debe adaptarse a las singularidades de cada individuo, como necesidades calóricas, estado fisiológico, horarios y lugares de comida, preferencias alimenticias, etc. Para un adulto sano, las recomendaciones deben ir en la línea de la "Dieta Mediterránea":
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un plato al día de cereales ó legumbres, cocinadas con verduras y poca grasa;
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una ración proteica al día, priorizando al pescado (200 gr/día aprox.) sobre otras fuentes de proteínas, como las carnes, embutidos y huevos;
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uno o dos platos al día de verduras y/o hortalizas, dando prioridad al consumo en crudo y eligiendo métodos de cocción rápidos (al vapor y olla express preferiblemente);
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consumir un mínimo de dos piezas de fruta al día, dando preferencia a la de temporada y con la mayor variación posible;
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procurar una ingesta elevada de agua (6 vasos diarios al menos) y priorizar el vino (un máximo de 2-3 vasos al día) sobre otras bebidas alcohólicas y/o refrescos azucarados;
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acompañar las comidas con un panecillo integral y utilizar preferiblemente aceite de oliva, pero en cantidades moderadas;
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consumir medio litro de leche desnatada al día ó su equivalente en yogures.
Comer bien no resulta tan complicado ni requiere tanto esfuerzo si procedemos de una forma consciente y planificada de nuestros hábitos alimenticios sin dejarlos al azar o a las circunstancias del día a día.Una alimentación bien planificada nos ahorrará tiempo y dinero, evitará despilfarrar la comida y nos procurará una alimentación sana y equilibrada.
Este proceso consta de las siguientes fases:
a)Planificación de menús: Al menos con una semana de antelación se decidirán las comidas y cenas. Se tomará como referencia las comidas de mediodía y las cenas se planificarán como complemento de la comida principal. Los desayunos serán abundantes y se adaptarán a los gustos y necesidades específicas de cada miembro de la familia. Las comidas de media mañana y merienda se utilizarán para corregir las variaciones individuales de cada miembro de la familia.
b)Elaboración de la lista de la compra: En función de los menús planificados se determinarán los tipos de alimentos necesarios y sus cantidades, eligiendo siempre los productos mas frescos y las marcas que nos ofrezcan más garantías.
c)Preparación culinaria: Poner especial cuidado en no abusar de los rebozados ni de las salsas de alto contenido en grasas. Evitar que en el proceso de fritura se produzca el humeo del aceite, pues ello indica que se están generando sustancias nocivas para la salud. Seleccionar métodos rápidos de cocción para disminuir la pérdida de vitaminas y minerales.
d)Ingesta consciente: A lo largo del día iremos equilibrando nuestra alimentación en función de lo que hallamos ingerido en las comidas anteriores.
No exactamente, aunque puede servirnos de referencia. El sobrepeso indica que una persona no se alimenta con relación a sus necesidades, bien porque coma excesivamente, bien porque tenga una actividad física limitada o bien por ambas circunstancias, que es lo que habitualmente sucede. Pero aún en este caso puede estar siguiendo una alimentación equilibrada y con alimentos de alto valor nutritivo, como así suele suceder en la mayoría de las zonas rurales .
Existen varios métodos y fórmulas para calcularlo, pero desde un punto de vista científico, en los últimos años se ha acordado utilizar el llamado Indice de Masa Corporal (IMC), que resulta de dividir el peso en kgr de una persona por su talla en metros y elevado al cuadrado. Así, un adulto de 1´75 metros de altura y 80 kilos de peso tendrá un IMC de 80/(1’75) = 26’12
Cuando el IMC está entre 20 y 25 se considera una situación de normopeso; entre 25 y 30, sobrepeso (como el ejemplo anterior) y a partir de 30 hablamos de obesidad.
Así es. En España, al igual que otros países de nuestro entorno europeo, año tras año puede constatarse como va en aumento. En cuanto a obesidad, en la última Encuesta Nacional de Salud había casi un 8% de obesos en nuestro país, mientras que el sobrepeso ronda ya el 50%.
En el fondo de todo subyace los cambios de hábitos producidos por la progresiva industrialización de nuestra sociedad y el desarrollo de nuevas tecnologías. Todos estos cambios hacen que nuestra vida sea cada vez mas cómoda y sedentaria.
A todo esto hay que unir la mayor accesibilidad que tenemos a todo tipo de alimentos, la presión ejercida por la publicidad sobre determinados alimentos, los horarios de trabajo y en especial la incorporación de la mujer al mundo laboral, lo cual condiciona que muchas comidas se hagan fuera del hogar o que se de preferencia a platos preparados y precocinados, que suelen tener un elevado contenido calórico.
En la mayoría de los casos es suficiente con incrementar la actividad física (se recomienda un mínimo de tres horas semanales) y seguir una dieta adecuada.
Principalmente por pretender imponer una determinada dieta en contra de los hábitos y condicionantes del paciente y en especial por no dar la importancia suficiente a las implicaciones psicológicas de esta patología. Por perfecta que sea una dieta, si ésta no contempla las circunstancias que rodean al paciente, lugar de comida, entorno familiar, preferencias y aversiones alimenticias, horarios de comida, etc, el paciente terminará por abandonarla. Es preferible la "dieta posible" para cada paciente que la "dieta perfecta".
Solo están indicados en el caso de obesidades secundarias a alguna enfermedad, como es el caso del hipotiroidismo, síndrome de Cushing, síndrome del ovario poliquísitco y alguna otra de muy rara aparición. Pero estas causas de obesidad son muy infrecuentes, apenas representan un 1% y en estos casos deben estar bajo tratamiento del endocrino o del especialista que esté relacionado con la enfermedad que lo provoca.
En el resto de las obesidades, es decir, en la práctica totalidad, no hay ningún medicamento en el mercado que se haya mostrado determinante en su efectividad. En la actualidad solo hay dos medicamentos que pueden indicarse como coadyuvantes de la dieta, aunque su utilidad es muy limitada si no se asocian a una dieta y es el caso de la sibutramina (aumenta la saciedad después de las comidas y aumenta la termogénesis) y del orlistat (inhibe parcialmente la absorción intestinal de las grasas).
Debe ser flexible y adaptarse continuamente a las eventualidades que puedan aparecer. Se iniciará de forma gradual y nunca con dietas drásticas y restrictivas, incluyendo todos los grupos de alimentos para evitar la monotonía y las carencias nutricionales.
Se tendrán en cuenta las preferencias y aversiones alimentarias, así como la disponibilidad horaria y lugar de comida del paciente. En base a esto se prescribirán comidas mas o menos elaboradas para que la dieta no suponga una carga inasumible.
Una vez alcanzado el peso elegido se iniciará una fase de mantenimiento donde se modificarán ciertos hábitos alimenticios de forma que puedan ser compatibles y asimilables en la vida cotidiana del paciente.
Durante todo el proceso se prestará un apoyo psicológico constante al paciente, con controles periódicos (semanales o quincenales) que nos ayudarán a motivar y readaptar la dieta del paciente.
Cuando tras un periodo de dieta pasamos bruscamente a una alimentación normal, nuestro organismo pone en marcha un mecanismo de defensa ante la "agresión" que ha interpretado que sufría por la merma de sus reservas energéticas. Este mecanismo consiste en un mayor aprovechamiento y asimilación de los alimentos, lo cual puede evitarse si retornamos de forma gradual a una alimentación normal, pero adaptada a nuestras necesidades y bajo control y seguimiento del peso.
Efectivamente, existen dos momentos durante el desarrollo del ser humano en que hay una intensa formación de tejido adiposo, que es el encargado de almacenar la grasa. Estas etapas acaecen entre los 6-8 años y en la pubertad. Si no controlamos el peso en estas etapas, el excesivo desarrollo de este tejido adiposo hará imposible que en la etapa adulta se pueda alcanzar el peso idóneo.
Por eso la prevención juega un papel tan importante en estas edades. Así, en la infancia debemos evitar que los niños relacionen los premios y gratificaciones con determinados tipos de comidas, por que lo que estamos haciendo es programarlos para que en un futuro asocien todo lo placentero con alimentos de alto valor calórico que condicionarán sus hábitos de por vida.
En la actualidad la mayoría de los pediatras recomiendan iniciarlo a partir de los seis años, lo cual está plenamente justificado si tenemos en cuenta que a esta edad tenía lugar una intensa formación de tejido adiposo. Obviamente a estas edades serán dietas mínimamente restrictivas, con la inclusión expresa de una serie de nutrientes que son indispensables para el desarrollo del niño, pero para obtener un resultado satisfactorio es indispensable la colaboración y motivación del mismo.